¿Qué es esto?

Un viaje a mis historias. Aquí hay tanto de mí como de todos los que se sientan parte. Hay de lo cotidiano a lo inusual. Hay solo historias que se cuentan con ganas.

domingo, 10 de agosto de 2008

Crónica de un concierto frustrado

Ser peruano, concretamente limeño, y que te guste The Doors es un capricho que solo puede satisfacerse (y esto es) con una buena antología en tu acervo melómano o un buen cover en La Noche. Nada se compara, sin embargo, a tener la mismísima banda del Rey Lagarto, aunque parchadita, pero con un incansable Rey Manzarek, que decide venir a la tres veces coronada y dar un conciertito. Ni más ni menos.

Bueno, aún así, el tiempo no había sido mi mejor aliado en los días previos al concierto del 18 de abril. Acababa de cumplir años y pude, con el siempre bienvenido ánimo y complicidad de los patas, hacer mi huachafo, pero glorioso, White Party.

La semana posterior al 13 de abril fue patética. Sin embargo, me las arreglé para hacer algo por las noches, entre el gym, el cine, un café, etc. Así, llegué al viernes y decidí cenar pastas en un restaurante con mi buen pata R, antes de empezar una noche de fin de semana cualquiera.

Mi sorpresa fue recibir la llamada de un amigo, quien siempre me tiene unos presentitos gracias a sus canjes con los anunciantes de la agencia de publicidad. –Tengo pases para el concierto de The Doors en el Monumental. Preferencial-. ¿Qué? ¿Cómo? Las portadas de los discos de la banda pasaron por mi mente como un flashback sicodélico, mientras escuchaba el intro de Roadhouse Blues en concierto: «Ladies and gentleman, from Los Angeles, California, The Doors!».

¡Perfecto! Iremos por las pastas; luego, las entradas nos esperan en la puerta del concierto para ser entregadas en persona. Mi pata R aceptó. Cenamos, y luego a tomar el taxi en la Javier Prado.

El primer taxi: 15 lucas. No gracias. El segundo: no voy, causa. El tercero: uhmm… diez soles, chino. Ok, vamos. El taxista abrió la puerta y subimos.

Eran las 9:45 p. m. y teníamos que correr al Monumental. Javier Prado es una vía imposible un viernes a esa hora. Mientras el tráfico avanzaba, con R hablábamos inicialmente de proyectos de estudio y chamba. De pronto, ¿qué más puedes hacer en medio del tráfico? R Sacó su Nokia N95, ese que parece una cámara digital con funciones de móvil, y comenzó a mostrarme sus videos y fotos almacenados. Yo, saqué mi Motorola Z6, hice lo propio, mientras atendía la llamada de mi pata, quién me preguntaba por dónde andaba.

-Aló, sí, estoy cruzando la Vía Expresa, man. Dame tiempo- le decía, mientras la procesión de autos avanzaba pesadamente.

R continuaba mostrándome sus videos, los potentes parlantes y otras cualidades de su juguete preciado. –Alucinante la imagen, eh. Tiene una buena resolución- le decía.
Casi ni me había percatado del taxista. Era su chamba llevarnos al Monumental sí o sí; y soplarse esa conversa, por demás frívola y tecnológica, en medio de semejante suplicio vial, no era para menos: nos habría pedido bajar y tomar otro taxi, si lo quería. Lo cual -bendito sea el destino- hubiese sido lo mejor.

Aprovechó el desvío del puente Quiñones y entró a la derecha, para tomar San Borja Norte, la vía paralela y alterna que nos sacaría de aquel atolladero. Todo tenía lógica, ni dudarlo. La última llamada de mi pata: «Estoy en camino, cruzando aviación. Espérame, que llego a tiempo, antes que empiece el concierto. Estuvimos atorados en la Javicho. Ahora chapamos el trébol y más rápido. Ya llego. Chau». Fue la última llamada desde mi Motorola.

R y yo continuábamos en el asiento trasero. En las manos llevábamos los celulares que nos iluminaban las caras en la oscuridad de ese Daewoo plomo. Cruzamos Aviación y San Luis, por San Borja Norte.

Lo que siguió es una sucesión de imágenes zumbantes. Recuerdo que el taxi viró a la izquierda en una calle que supuestamente nos desembocaría a Javier Prado. De pronto, lo que pensé que era la imprudencia de un conductor que nos cerraba el paso y obligaba a frenar en seco a nuestro taxista, no era otra cosa que lo que menos imaginaba: un atraco.

Descendieron del auto tres sujetos a los cuales ni tiempo tuve de verles el rostro. El taxista, en total complicidad, desbloqueó los seguros de las puertas y mi primera reacción fue intentar empujar la puerta contra el cuerpo de estos mal paridos y salir corriendo, pero no estaba solo y tenía que pensar en los dos. Ingresaron al taxi por las puertas laterales y arrancamos. Escuché cómo el pitar desesperado del vigilante de la cuadra se iba perdiendo. Había presenciado el hecho y nada podía hacer. Nos encañonaron. ¿Vivo eres no, conchetumadre? Te querías escapar, ¿no? ¿no?

-Vamos a ser claros, cochedesusmadres, queremos dinero ¿ok? Si gritan, si tratan de hacer algo, los quemamos, hijos de puta-. Teníamos la cabeza sobre las rodillas y las manos juntas entre las piernas. El arma apuntaba nuestros costados.

-A nosotros no nos interesa sus vidas ¿ok? Ya hemos estado en la cárcel y no pensamos regresar. Ustedes tienen dinero y eso ahora es nuestro ¿Tienen madre viva? Entonces, colaboren, porque si no sus mamitas van a lamentarlo, porque ni sus cuerpos encontrarán. En el río serán aventados ¿Entendieron? ¿Entendieron?

Nos quitaron todo lo que teníamos de valor, tarjetas, dinero en efectivo, celulares. Yo me llevé la peor parte, pues cargaba casi todas las tarjetas y casi 100 soles de efectivo. Lo bueno de R, es que no cargaba tarjetas, más que su carné del Colegio de Abogados. Pero su Nokia, el magnífico celular aquel, era lo más valioso hasta el momento.

Luego, nos separaron en dos taxis, un par se llevó a R y a mí me dejaron en el mismo auto. Había un tercer auto, el que se encargaba de ir a vaciar las tarjetas.

Hora y media estuvimos secuestrados dando vueltas por no sabíamos dónde, obligados a mantener los ojos cerrados y las manos entre las rodillas. Empecé a sentir frío y la incertidumbre de no saber dónde íbamos a acabar y cómo. Yo había colaborado en todo, pues recordaba mis claves. Aún así, hicieron el teatro de colocarme la pistola en la boca y la amenaza.

R me preocupaba, si bien es cierto no tenía las tarjetas y poco efectivo, me sentía culpable de que estuviera secuestrado por mí culpa. Me preguntaba cómo estaría. Por otro lado, pensaba en mi jato. Mis viejos. Mi familia. Empecé a tener varios sentimientos e imágenes en mi mente. De pronto, escuchaba, como fondo musical a ese clip mental, la voz de Jim Morrison cantando: «You know the day destroys the night, night divides the day. Tried to run, tried to hide. Break on through to the other side. Break on through to the other side…» (Luego, el buen R me contaría que su música de fondo fue Chilanga Banda, de Café Tacuba).

Recuerdo que tenía los ojos cerrados, el individuo que me «cuidaba» empezó a hablarme. ¿Qué hacía? ¿A qué me dedicaba? Hasta derrochaba su sarcasmo de esquina: «¿Por qué cierras así los ojos? ¿Tas chupando limón?» Y reían con el taxista y el otro pata que monitoreaba a los otros por celular.

De pronto vio que me brillaba algo en la mano. El aro que me regaló mi madre a los 18 años, oro de 18k. con mis iniciales. Desde esa noche no lo tendría más. Aparte de eso se apoderó de un detalle que fue lo más valioso aún: un pequeño paquete que contenía un rosario de mi abuela, con el que fue velada antes de ser cremada. El rosario era una baratija para cualquiera, un plástico bañado en barniz dorado. Pero valía demasiado para mí y lo portaba siempre, junto con mis llaves. El joeputa se lo quedó, pese a que me dijo: «solo un ratito, luego te lo devuelvo».

Hasta entonces no sabía por dónde estábamos. Asumía que el taxi había tomado Circunvalación, pero no tenía certeza de nada. Hasta que escuché a lo lejos la llamada de un cobrador de combi: «Óvalo Naranjal, Óvalo Naranjal». Y entonces supe que andábamos por el Norte. R debía estar cerca en el otro auto.

Yo seguía en silencio. En algún momento, dijeron. Ok, han colaborado bien, los soltaremos juntos. Y allí alguien dijo estamos en «Iori»… una clave para decir Fiori, ese paradero de buses en Lima Norte. El joeputa que me apuntaba me pregunta ¿te gusta la música? Sí, le dije. «Cholo, ponte Studio 92», le dijo al taxista. Entonces sonaba Fifty Cent. «¿Te gusta? Es lo máximo este weon», me decía. Yo le dije: sí (odiaba el hip hop, como lo odio ahora).

A las 11.30 p. m. nos soltaron en un parque cerca de Habich, en Palao. Misios, sin un puto sol y sin nada devuelto. Vi a R, nos flanquearon y nos dejaron, corrieron, la última amenaza: «no volteen o los quemamos». Se fueron.

El cuerpo tembloroso aún. Nos miramos con R, preguntábamos si estábamos bien. –Un momento, me dijo R-. Y me dio un abrazo, como de quien se reencuentra con la vida.

Esa noche tuvimos que subir a un taxi de nuevo, el trauma: no hablar nada en el camino. Tenía algo de efectivo en casa. Entré sin decir nada, saqué el dinero y aproveché para llamar y bloquear las tarjetas. Igual, ya estaba consumado todo. Ahí supe la cantidad que me habían robado. Con R fuimos a la casa del infalible I. Un verdadero amigo que nos acogió en su casa y fue nuestro sostén aquella noche y el resto de la madrugada.

La noche del 18 de abril fue una noche de robo, de asalto, de frustraciones. Pero lo valioso, después de todo, es que no nos pasó nada físicamente. Aún ahora, amo más la música del Rey Lagarto. No fui al concierto ni supe qué tal estuvo. No era la gran cosa pues, es cierto, la banda sin Jim, no es más The Doors.


Perdí cosas valiosas que no eran los mil dólares robados. Pero volví a subirme a un taxi. Es la única forma de sobrevivir en una ciudad como Lima. La vez pasada subí a uno y sonaba en la radio: «Come on, Baby, light my fire». Ironías morrisonianas.

12 comentarios:

Leni Tania dijo...

Ay mi querido K eres lo máximo! y lo sabes, sabes que te quiero mucho y ese día tú si estabas fashion!!! como siempre claro esta. Para variar mi migraña me sigue los pasos esta noche pero gracias a tu historia me robaste varias sonrisas y carcajadas que hicieron más agradable este momento. Así es, como dijo mi J, quien me acompañaba en mi velada ;O), de noche todos los gatos son pardos :P. Besos mil!!! yte quiero a montones!!

El porqué del cerdo dijo...

Y las secuelas te siguen... como cuando íbamos a la feria del libro en el Jockey y pasamos por exactamente los mismos lugares que esa noche... Me acuerdo de tu cara, que miedito.
Bueno, esa noche te pasaron aún más cosas... realmente estás con una suerte este año.
Sólo espero que empiece a mejorar y las cosas te vayan mejor

Anónimo dijo...

Realmente terrible lo bueno es que hay vida y con vida hay trabajo, salud, bienestar, diversión y nuevos conciertos.....

Hay que tomar nuestras precauciones, no hay que tener todas las tarjetas en la billetera, mas avle prevenir que lamentar...

Felizmente hay Kris para rato, yeeee........

Anónimo dijo...

Hay que tener cuidado de todo y en todo, lo bueno es quq no paso nada grave y podemos disfrutar, como tu lo haces, con tus escritos.
Saludos

Martín

๑۩۞۩๑rØmΨ๑۩۞۩๑ dijo...

Asu... que terrible... esas cosas suceden en el momento menos pensado, ayer pase por algo similar... y se lo que se siente... pero amio, nosotros somos juerchtes... jajaja... lo importante es que estamos aqui y riendo... el resto se hace...

Anónimo dijo...

BUENO SON COSAS Q PASAN D ELLAS APRENDEMOS MAS Y CADA DIA MAS PARA NO VOLVER A ATROPEZAR CON LA MISMA ROK.PERO BUENO EXPERIENCIAS FUERTES T HAN PASADO PERO BUENO LO BUENO Q STAS BIEN Q STAS CON VIDA. Y LO BUENO Q STAS VIVO Y COLEANDO Y RIENDOTE DE LO Q T PASO PERO OJO PARA LA OTRA.

Anónimo dijo...

Oe won! que quieres que te diga con esta historia. No tengo palabras. Te podría decir "la mejor historia", pero podría sonar interesado en solo la historia; como podría decir "que cosa mas fea" pero daría solo fé a tu experiencia personal. Es este tipo de historias que son realmente estupendas y muy bien narradas. Gracias a Dios no te paso nada malo Kris, Gracias a Dios..Cuidate mucho amigo. Un fuerte abrazo

Plur dijo...

Alucina que yo si fui al concierto ,estuvo alucinante, pero no tanto como lo que acabo de leer.
People Are Strange!

Ariadna dijo...

La Literatura sirve también (o tal vez sólo para eso sirva) para enterrar algunos demonios que nos atormentan. Increíble experiencia, increíble también que puedas recordar todo eso cuando no sabías qué diablos iba a sucederte. Síguele dándole a esto Kris, sigue matando demonios y encantándonos al mismo tiempo con tus aventuras urbanas. Marcela

Anónimo dijo...
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Alejandro dijo...

Amigo, recuerdo como si fuera ayer cuando me contaste lo que paso, realmente terrible, pero hay que agradecer que vives sano y salvo para contarlo y con vida para cosas mucho mejores, fuerte un abrazo. :)

Jhonatan dijo...

Wow Una noche que será dificil olvidar pero que puede pasarle a cualquiera.

Me alegra que tú hayas salido bien de esta experiencia. Sino no hubiese logrado conocer a esta gran persona que eres!!

Ahhh Me gustó la manera en que contaste los hechos!! ja!
Un abrazo!!