¿Qué es esto?

Un viaje a mis historias. Aquí hay tanto de mí como de todos los que se sientan parte. Hay de lo cotidiano a lo inusual. Hay solo historias que se cuentan con ganas.

lunes, 11 de agosto de 2008

La llave y el buzo


Cuando tu mejor amigo, tu pata, tu yunta, tu brother, cumple años, sin duda, tienes un gran compromiso. Más aún si es una amistad que va siendo testigo de cómo, iniciados los 30’s, van despoblándose de cabello las cabezas, las entradas se hacen prominentes y las barrigas se abultan o desbordan lateralmente.

Mi gran amigo J es de ese pata al cual consideras como «el hermano que escogiste tener», considerando que no tienes hermanos hombres y solo has gozado de la complicidad de tus primos y amigos.

Con el «doctore J», como así nos «doctoreamos», tengo una hermandad simpática. Hemos pasado cada cosa, desde viajes, conciertos, chupetas de aserrín, juergas playeras, escapes mochileros, confesiones, mocos, arrebatos y momentos jodidos. De la misma manera, he acompañado sus locuras, como fiel asistente a sus Stand Up Comedy y, en menor medida, a las presentaciones de su banda de rock.

J, por su parte, siempre ha estado ahí, a pesar de mis impuntualidades, de las cuales reniega siempre que puede. Y, siempre que puede, también se las arregla para devolverme las esperas. Sobre todo, últimamente.

Con J nos conocimos allá por el 2001, cuando trabajábamos en la oficina de Investigaciones de nuestra facultad de Ciencias de la Comunicación. Para entonces, yo era uno de los pocos sobrevivientes de la primera generación de jóvenes investigadores y con un inocente libro publicado. J recién llegaba con esa vehemencia y entusiasmo propios de quien egresa con honores. Se desempeñaba en el área de investigación en Publicidad, yo en el de Historia del Periodismo. Nos hicimos patas desde la primera reunión de áreas. Luego de eso, todo comenzó con: ¿Qué planes para el fin de semana? –Ahí, no sé aún-, ¡a ver si hacemos algo! El resto es historia para otros cuentos.

El punto es que a la edición del cumple 31 no podía faltar. El sábado 9 de agosto había sido escogido por el doctore J para celebrar en el democrático Pub Cubano de Miraflores, una alternativa que permitía que todos pudiéramos asistir a cualquier hora, no pagar, no tener que estar en lista y llegar libremente; teniendo en cuenta que él es quien siempre llega después de la medianoche, por los previos de rigor.

Ya me tocaba cortarme el cabello y decidí ir como a las 8 p. m. a la peluquería. Un poco tarde, pero la siesta de ese sábado la necesitaba. Había pensado ir ya vestido, pero como desperté desesperadamente de la siesta, solo atiné salir en buzo. La peluquería estaba a full. De todas maneras, necesitaba esperar, ya estaba ahí. Salí del lugar a las 10 p. m. Estaba retrasado, pues había prometido llegar, como nunca, temprano.

En el taxi de regreso me doy cuenta: no tenía mis llaves de casa. ¡Maldición! Bueno, tocaré el timbre, ni modo, me dije. Luego de tres tocadas, nadie atendía el intercomunicador. Llamo a mi querida hermanita y tenía el celular apagado. Llamo a mi sobrina y me encuentro con que estaban rumbo a un compromiso con mi cuñado. Sin embargo, mi hermana, aprovechando que tenía un motivo para salir un sábado por la noche, les había dejado hacía media hora y había enrumbado a casa de una amiga. Y yo, parado en la puerta del edificio, con la llovizna encima, sin saldo, peinadito y… con buzo. Eran las 10:45 p. m. Afortunadamente había cargado efectivo y tarjetas de crédito conmigo. Lamentablemente, ninguna tienda estaba abierta a esa hora para comprarme ropa y ponérmela. Estaba en buzo y me desesperaba la idea de tener que perderme la fiesta, fallarle a J por una situación por demás salada.

La noche avanzaba y esto ocurría: caminaba al locutorio de la esquina, llamaba, renegaba, pedía el baño a la dueña del negocio, me lo prestaba aclarando que era el baño de su casa, pero entendía mi caso. Cerraba su negocio y me quedaba seguir llamando desde la tienda de la otra esquina. No me podían cambiar sencillo. Me paró un policía en moto que me cerró el paso. –Sopla-, me dijo, sin más ni más. Y yo pensando: el colmo, lo único que falta es que me lleven preso por deambular en mi propio barrio. Soplé. Mi aliento a lástima le bastó para saber que no era yo la persona que estaba buscando. Le habían dicho que alguien estaba fumando marihuana en la calle. Le conté mi drama al gendarme, que tenía la vista más perturbada que un pastrulo, y me dijo: «qué pena, joven. No sé cómo ayudarle». Por mi mente pasó que usara su «tola» para reventar mi puerta y entrar a mi casa. Fui a casa, la vecina me abrió la puerta del edificio. La reja de mi departamento estaba sin seguro, genial. Podré usar la fuerza y abrir la puerta, pensé. Así lo hice. Debo confesar que mi puerta es muy segura y mi fuerza no es suficiente. Descarté la idea.

Quien me acompañó en todo el drama fue mi gran amiga L con quien, gracias a la maravilla del RPC, nos manteníamos en contacto y le contaba las incidencias. –Vente a mi casa-, me decía, pues vive cerca de la mía. La susodicha no iría a la fiesta de J porque la invadía una migraña por demás insoportable. Aún así, creo que mi historia la entretenía más y mis pataletas la divertían, en el fondo.

Eran ya más de las 11:30 p. m. Una de las invitadas de la noche, mi queridísima M, a quien todos conocemos como La Cabezona, ya había llegado al pub. Mandaba mensajes desesperados a todos: «Ya llegué, no hay nadie» «Ya pues, si quieren vienen ¿no?» «Me avisan cuando lleguen». Yo llamé a J y aún no llegaba al pub. Le conté, en tono de resignación, que mi problema era la puta facha en la que me encontraba y que, aunque sea, beberíamos una chela en la puerta del lugar, si es que no me dejaran entrar.

J, con quien manejamos un humor negro digno de El Especial del Humor, me dijo, luego de su «ayayayyy», -vente, nomás, a la mierda-. Y entonces barajé la posibilidad. Llamé de nuevo a L y le dije que quería que me viera para darme el visto bueno. Después de todo, necesitaba una visión femenina para dar el paso decisivo. Tenía un buzo plomo rata de buena factura, un polo negro medio ceñido, como para salsear en algún tono callejero, y una polera verde con capucha de SPF. En pocas palabras, no estaba del todo mal. Solo me faltaba el skateboard.

«Kris, estás bien. La haces. Yo te imaginaba peor. En la noche todos los gatos son pardos. Además, el Mohicano que te han hecho en la cabeza le pone el toque fashion», dijo la bondadosa L, en tono de hada madrina. Entonces recordé que, camino a casa de L, me había cruzado a un grupo de personas que tomaba un taxi. Uno de ellos llevaba una casaca de cuero negro que atrás tenía la palabra Fashon [sic] bordada en letras blancas. Entonces, me dije: -¡eso es! fashion es la palabra. Yo también tendré mi propia versión de fashion ¡A la mierda lo fashion!

Llegué a casa a hacer el último intento tocando el intercomunicador. No había nadie. El gato que estaba en la vereda, y ya se había hecho mi pata, me hizo miau. Entonces tomé el primer taxi y me subí. De esa manera, llegué al bendito pub y entré. Me sentí extraño, pero, vamos, yo no era el cumpleañero, era el amigo que tenía que estar sí o sí esa noche y así lo hice. Al menos bebimos, nos divertimos, la pasamos bien y nos embriagamos. Yo en buzo y sin llave. Qué importa. Le di vuelta a la historia.

8 comentarios:

Leni Tania dijo...

Ay Dios mio!!! esta migraña ya ni me deja ver bien que colgue el comentario en otro lado buu!! jiji alli a posteando lo correcto!!.

Ay mi querido K eres lo máximo! y lo sabes, sabes que te quiero mucho y ese día tú si estabas fashion!!! como siempre claro esta. Para variar mi migraña me sigue los pasos esta noche pero gracias a tu historia me robaste varias sonrisas y carcajadas que hicieron más agradable este momento. Así es, como dijo mi J, quien me acompañaba en mi velada ;O), de noche todos los gatos son pardos :P. Besos mil!!! yte quiero a montones!!

El porqué del cerdo dijo...

Jajajajaja, ya había escuchado la historia por teléfono, pero leerla es más divertida.
Buen tema para abrir tu primer post en el blog. La parte del policia... jeje, fue DEMASIADO.
Nada, espero te sigan pasando más "aventuras" parecidas (el más cruel) para que no se te vaya la inspiración.
Un abrazote

Marchelo dijo...

jeajajjaja....
que manera particular de mencionar a los amigos por letras (J, l, M... casi en orden alfabetico )...
bueno tema aparte... mi querido Kristian, me encanta leer cuando escribes, y los condimentos de esta anecdota en particular me encantan... que noche!!!!
...bueno pasando a temas un tanto criticos, pues que manera de "indosar" mi estimado amigo.... osea no se mucho de pubs y chupetas, perooooooo ir vestido asi todo en tejido de punto y con esos colores, Dio santo ¡!!!! todos cometemos "fhasion crimes", y creo que ese fue el tuyo caro amico.... jajajajaja
... y bueno tienes todo el derecho de refutarme a todo esto (como lo hace mi madre) diciendo : "abstente de hacer comentarios, pues aun no tienes titulo de diseñador" jajajjajajajja...
... cuidate mucho amigo mio... hasta pronto....

Anónimo dijo...

Realmente buena la historia, al final quedaste esa noche bien "fashon" con letras bordadas blancas, jejejejeje...

Pero lo importante es pasar los mejores momentos de nuestars vidas con la gente que nos quiere...

Además lo importante es nuestra forma de ser lo demás es un accesorio, claro que sin exagerar, obvio está.

Un abrazo...

Anónimo dijo...

Rara aventura la tuya, desde la peluqueria ... en fin pero quedaste bien y eso era lo importante....no entendi bien lo del gato, luego me cuentas.
Saludos

AllenW dijo...

pues no hay mucho decir super comica la historia jeje solo de leerla dan ganas de imaginarse la situacion jeje

Anónimo dijo...

jajajajaja! que buena historia .. pero aun no entiendo que es sic (entre corchetes)???

VyV asociados / showonline dijo...

Si tuvieras tantas llaves como agencias Interbank...
Cuantas veces hemos deseado que un comercial fuera real, y cuantas veces hemos pensado tambien: ¡que piña somos!